Una noche al borde de un ataque de nervios (06-01-1966)
Son las 22:00, llevo
en la cama apenas quince minutos, y parece que han pasado días. El tic tac del
despertador, en el silencio de mi cuarto, no me deja conciliar el sueño. Me
tapo la cabeza con la sábana y la manta, buscando ese silencio que necesito, y
lo único que logro es sudar. No abro la ventana, porque lo mismo los Reyes se
equivocan, y en lugar de subir por el salón, entran por mi ventana.
-Mamaaaaaaaaaaaa ¿qué
hora es? ¿Es hora de levantarme? Luisito
duérmete, que todavía falta mucho para mañana.
Convencido de que no
es la hora, sigo mi batalla contra los nervios y contra la falta de sueño. Por
mi cabeza, mis actos de los últimos días, y si, he sido bueno seguro, pues el
otro día le dejé el triciclo a Zuqui, pues me lo pidió mientras Jano le intentaba arreglar el suyo. También me acuerdo que Tonina el otro día subió a pedir
una cebolla, le pregunté a mamá, y fui a la terraza, y del cajón de las
verduras la cogí y se la di. Al “perpius” le he hecho caso todos estos días, y
ni uno de esta última semana me ha tirado de las orejas. Lo que no logro
recordar es lo de las bombas fétidas que unos niños tiramos el día de los
Santos Inocentes en el portal, y tampoco me acuerdo de los petardos que tiramos
en los buzones, eso sí, recuerdo que el sonido casi me hace saltar
los tímpanos. A la nena no la he pegado nunca, bueno que yo ahora
recuerde, y lo del agujero de la puerta,
aquella que me cargué con las botas ortopédicas allá por el mes de noviembre,
eso ya queda tan lejos, que quizá ni ellos lo recuerden.
Así que si he sido
bueno, no hay nada que temer, y seguro que mañana cuando me levante, lo que he pedido lo tendré encima de la mesa del comedor.
-Mamaaaaaaaaaaaa
¿ahora sí? Súbeme la persiana que ya seguro que es de día, Luisito que todavía falta mucho, pero ¿cuánto falta? Mucho hijo, tu sigue durmiendo, que los
Reyes están a punto de llegar.
Las explicaciones de
mamá me dejan a medio convencer, pues creo que ha pasado mucho tiempo, pero sin
embargo el despertador dice que son las 22:15, y mamá como siempre tiene razón.
Así que me vuelvo a tapar la cabeza, así que vuelvo a sudar, y así que vuelvo a
acordarme de lo bueno que he sido. A
Zuqui, además de dejarle el triciclo, el otro día le di un regaliz y una
pastilla de leche de burra. Con Vicente compartí ese chicle “Bazoca”, y le di
una de las tres ruedas, y a Nano le di la mitad de mi “Palote”. Así que
bueno no he sido, este año he sido más que bueno.
Pero si he sido bueno
¿por qué Amalita me llama demonio muchas veces? La zancadilla a aquel niño se
la puse sin querer, fue un acto instintivo. A la nena, otra vez la pequeña,
pues si, la pegue porque estoy harto de que sea la protegida de papá, y además
nunca se come el filete, y tampoco me lo da a mí. A la señora Luisa la asusté
pero fue de broma y porque me lo dijeron los
mayores. La verdad que tampoco es para tanto lo malo que he sido, creo
que los Reyes al final algo me traerán.
-Mamaaaaaaaaaaaa ¿me
levanto ya? Hijo que te van a oír los Reyes y al final no te van a dejar nada ¿Pero
falta mucho? Si Luisito, falta mucho.
Vuelvo a mirar el
despertador, y son las 22.30 minutos, apenas han pasado 45 minutos desde que me
acosté, y ya no son días, son meses los que parece que han pasado desde que me fui a la cama.
Cada 15 minutos la
misma pregunta, y cada 15 minutos la misma respuesta. Así hasta que el sueño,
ese que siempre me vence en segundos, termina por ganar la batalla.
Son las 07: 15
minutos, y de un salto me levanto de la cama. Llego al comedor acompañado por Sultán, y sí, allí sobre la
mesa de fornica, se encuentra el maletín del agente secreto que con
tanta ilusión había pedido.
Luego a arreglarse,
porque en el Banco, si en el Banco, me espera el Volquetón, y allí los Reyes nunca fallan.
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