viernes, 30 de marzo de 2012

NO ME LLAMES AMA DE CASA. LLÁMAME ECONOMISTA.


Como buen padre, que creo que soy, pues no me toca otra que coger un libro, verdadero ladrillazo de leer, hacer el esfuerzo de leerlo, y lo que es peor, llegar a entenderlo.

Mi hija Laura, hasta la fecha alumna brillante, está estudiando primero de bachiller, y tiene una asignatura llamada economía, la cual siempre he denostado, y sobre la que tiene que hacer un trabajo esta Semana Santa. El trabajo requiere el esfuerzo de leer el libro ¿PARA QUÉ SERVIMOS LOS ECONOMISTAS? de Juan Francisco Martín Seco, y encima y como he dicho anteriormente, enterarte y bien de lo que lees.

Aunque todavía no lo he acabado, si me empiezan a llamar la atención, que no interesar, algunas de las cosas que en él se dicen, y entre ellas el principio del primer capítulo que dice que El diccionario de la Real Academia de la Lengua recoge dos acepciones del vocablo economista: titulado en economía y persona dedicada profesionalmente a la economía. Joder diréis: Para interesarte poco, desde el inicio empiezas ya a sacar alguna que otra conclusión.

Pues bien, me paro aquí, y me paro bien, porque creo que a partir de ahora, las sufridas amas de casa, van a pasar a llamarse economistas, y no por haber estudiado en la facultad de turno la carrera de económicas, sino por haber estudiado en la facultad de su casa, y haber ejercido toda la vida de profesional de la economía.

Son otros tiempos los que corren ahora, algunos dicen que mejores y otros que peores, pero al fin y al cabo otros tiempos.

Antes no había medios de pago mentirosos que desvirtuaban la verdadera economía de un hogar. Había un sobre, que el cabeza de familia llevaba siempre a final de mes a casa, y que se lo daba a la mujer (economista del hogar), para que ella empezase a hacer esos pequeños montoncitos, donde separaba el dinero para la comida, para los recibos, para los colegios, y para pagar aquellos pequeños préstamos que no te daban los bancos (como ahora), que te daba el tendero de turno, y que quedaba reflejado en una libreta llena de apuntes y de sumas, pero que estaba claramente identificado con el nombre de la economista de turno.

En fin, que toda la vida llamándolas Amas de Casa, y ahora resulta que son Economistas.