Noche de difuntos, las sobrina de Serafín y la bengala como la excusa perfecta
Pasadas las tres de la mañana, y cuando me acercaba a mi objetivo,
suena el móvil, al otro lado del teléfono Laura que me pregunta: “¿papá dónde
estás? que hace tiempo que hemos salido”, le contesto: “acabo de llegar y estoy en doble fila en la acera de Hipercor”,
pues vamos para allá.
Laura había elegido como fiesta de difuntos la del Palacio de Vista Alegre,
ya que además de tener la entrada gratis, los DJs que allí presentaban su
espectáculo eran más de su agrado.
Durante el trayecto que separa General Ricardos (Carabanchel) de las
Rozas (nuestro domicilio), y con el GPS cerebral de su padre un tanto
equivocado, Laura y Picasso (amiga de Laura) tuvieron tiempo de hablar largo y
tendido de la fiesta que habían vivido, y de la que podían haber disfrutado en
caso de haber elegido la del Madrid Arena. Recuerdo que en la conversación de
las dos amigas, además de hablar del tal Aoki, DJ de los que se embolsan
100.000 € por pinchar y meter ruidos electrónicos, y que esa noche de Halloween
actuaba en el Arena, hablaron de una mayoría de edad que no tenían, y de un
precio, que de momento se les escapaba de su maltrecha economía. Yo que iba
conduciendo y tomando nota de lo que escuchaba, les pregunté: “¿cuánto costaba esa fiesta del Madrid
Arena?” y Laura me contesto: papá muy cara, pues costaba 20 € por
anticipado y 30 € en puerta. Y ahí quedó mi único cruce de palabras con mi hija
y su amiga, todo lo demás fue escuchar el murmullo de dos adolescentes,
agotadas por la hora, y que lo único que deseaban era llegar a casa para meterse
en la cama.
Laura, que acusaba la falta de sueño por los exámenes de las últimas
semanas, prolongó más de lo habitual su descanso, y ayer día 1, cuando se
levantó y le dijimos lo que había sucedido en el Arena, lo primero que nos
dijo, es que amigos suyos habían elegido ese destino como diversión para esa
noche, y ahí, de momento, quedó todo.
Luego con el transcurrir de las horas, y con el machaconeo de noticias
confusas, unos nos pusimos del lado de los que decían que los culpables de la
muerte de las tres niñas eran los
insensatos que siempre se divierten haciendo el canelo con las bengalas,
y otros, como Ángeles y la propia Laura, se inclinaban por culpar al exceso de
aforo.
Carmencita tiene 18 años, ella es la sobrina de Serafín, y ella fue testigo directo de lo que allí
pasó, y ella lo puede contar, porque su novio, con un esfuerzo descomunal y al
enésimo intento, la liberó de toda esa masa humana que la tenía atrapada de
cintura para abajo. Su amiga Katia, a su lado, no lo pudo contar porque a ella,
la masa humana la cubría la parte de arriba. Según Carmencita, las bengalas, si las hubo, fueron después, y nada tuvieron
que ver con el aplastamiento que sufrieron su amiga y las otras 4 victimas.
No sé si al final me columpiaré, pero hoy, a las 9 horas y 19 minutos, del día
2 de noviembre, si hay un culpable, más allá de las aglomeraciones multitudinarias y unas instalaciones
deficitarias para estos eventos, habrá que buscarlo en el exceso de aforo, y de momento dejemos la bengala como la excusa
perfecta.
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