lunes, 5 de noviembre de 2012

El Botellón



   Litros de alcohol corren por mis venas……

José Ramón Julio Márquez Martínez, aquel empleado de banca de Vallecas, que un día decidió dejar su monótono y aburrido trabajo, para convertirse en el rey del pollo frito, y que adoptó como nombre de guerra el diminutivo de su segundo nombre, fue el autor de aquella canción que hoy es el grito de guerra de muchos adolescentes, que fin de semana si, fin de semana también, deciden desinhibirse a base de beber y beber, sin importarles para nada las consecuencias que esa ingesta excesiva y continuada de alcohol, pueda depararles en el futuro más cercano.

La normalidad con la que vemos, a esos jóvenes en las colas de los supermercados, los fines de semana proveerse de alcohol de todo tipo, empieza a ser tan peligroso, que la edad, esa barrera de los 18 años, empieza a ser un obstáculo cada día más  franqueable para los menores de edad, pues lo único que tienen que hacer  en la caja a la hora de pagar, es decirle a la cajera y cajero de turno,  cuando estos se lo requieren, que alguno de ellos ya cumplió la mayoría de edad.

Luego llega el consumo en cualquier rincón de cualquier calle, y ahí, la normalidad que veíamos en la compra, se convierte en costumbre cuando vemos a ese grupo de chicos y chicas, ponerse de alcohol hasta las trancas.  


Lo malo de estos guateques callejeros a base de alcohol, es que nunca van de balde, pues casi siempre suelen ir acompañados de incidentes en forma de peleas, de accidentes por haber cogido el coche antes de haber recuperado parte del juicio perdido, de comas etílicos severos que pueden entrañar en muchos casos una peligrosidad extrema, y........... etc. etc.

Pero esta anormalidad denominada como botellón, que nosotros vemos como algo normal, empieza a ser peligroso para los menores de cierta edad, pues ellos, los niños que no han cumplido todavía los 10, están tan acostumbrados a ver este espectáculo, que para ellos resulta algo tan natural como ver a sus padres en una terraza degustando una  cerveza.

Como he dicho anteriormente, estos botellones que antes las hacían los adolescentes de +18, ahora resulta que son para todos los públicos, y ya no es raro ver en estos grupos a chavales y chavalas que todavía no han cumplido los 14.

Me comentaba mi hija, que durante las fiestas de las Rozas, y en la zona donde se suele poner la chavalería, la hermana de un compañero de su colegio, una niña que acaba de cumplir los 13 años, apareció a la 01,00 de la madrugada con una cogorza de cuidado. Mi hija le inquirió a su compañero que se la llevase a su casa, y éste cogió el móvil y llamó a sus padres para que vinieran a recogerla. A todo esto, la niña no bebió esa noche para olvidar ningún fracaso escolar, ni tampoco porque proviniese de una familia desestructurada, ni tampoco porque su padre y madre estuviesen en el paro, la niña esa noche se puso hasta arriba,  porque sino estaba fuera de onda.

El reciente suceso del Madrid Arena, que se ha cobrado la vida de cuatro chicas y que va a dejar  con secuelas graves a una quinta, vino precedido de un macrobotellón en los aledaños del recinto, que hizo perder el juicio a muchos de esos adolescentes. Allí hubo peleas, dicen que unas cuantas, allí hubo comas etílicos, dicen que unos cuantos, y allí, lo peor que hubo allí, fue un exceso de euforia, que hizo que muchos de esos jóvenes, cuando intentaron entrar y se encontraron con el tapón, en lugar de armarse de paciencia y esperar, decidieron empujar y empujar, pues su cabeza no estaba lo suficientemente lúcida para pensar que aquellos meneos que la daban a la fila eran una trampa mortal para los que estaban en el medio del tapón.

No sé si será desapego de los hijos a los padres o de los padres a los hijos, lo que esta claro que nuestros adolescentes, esos que cuesta que crezcan para muchas cosas, para ingerir alcohol se nos están haciendo mayores a una velocidad de vértigo.



  

     

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