sábado, 8 de diciembre de 2012


Diario de un Bankiero: 7 de Diciembre día del Cliente

Son las 6 horas, la inconfundible y machacona melodía del móvil me advierte de que ha llegado la hora de levantarme, haciéndole un guiño al tiempo y a la vista, le doy a la ventana de repetir y la chicharra deja de sonar. 5 minutos más tarde, cuando ya estaba casi profundamente dormido, la música del teléfono me vuelve a recordar que hay que levantarse, que es día laborable, y que en la oficina, por ser el día que es, va a ver más jaleo que de costumbre.

Vejiga, desayuno y aseo, son las tres prioridades iniciales del día, así que cumplidas éstas, y vestido para la ocasión (corbata y traje), enfilo hacia el garaje.

Una vez abierto el coche, y con la incomodidad que me supone que la puerta trasera necesite de mi ayuda para poder abrirla (no hace caso al mando a distancia), dejo sobre el respaldo de mi asiento la chaqueta, y sobre el asiento de atrás el gabán. Hoy además, y como novedad, me he bajado una chaqueta de lana que me pongo para que me abrigue, y que dejaré en el asiento de atrás cuando llegue a mi destino.

El poco trasiego de gente en el garaje, me hace pensar, si hay alguien, además de los del gremio,  que trabaje este día. Así que tomo la rampa de salida, y si, claro que hay gente que trabaja, allí están María y Pay, y por la hora que es (7 y 12 minutos), está claro que María trabaja.”Buenos días Pay, con lo bien que se está en casa, y tú aquí, lloviendo y a estas horas. Aquí hoy solo curramos tú y yo María” María se ríe y asiente “hasta luego Pay,  que tengo un largo recorrido por delante” Pay mueve el rabo en señal de alegría, subo la ventanilla, y a la M-50 que me dirijo.

Recorro los aproximadamente 400 metros que separan la puerta del garaje de mi casa de la M-50, y me despido de esa luz amarillenta que despiden las farolas de la población donde vivo, y que dan algo de color, a estos amaneceres largos y tediosos, que nos indican que el otoño se acerca al invierno. 

La M-50 me recibe todavía dormida. Aquí, y como novedad desde el pasado 3 de diciembre, la luz ha dejado paso a la más tenue oscuridad, y encima hoy, para acelerar más si cabe esa tiniebla, ha recibido el apoyo de una llovizna muy ligera que hace que la visibilidad sea todavía mucho más complicada. Velocímetro a 90 Km/h, y a esperar a que los 40 kilómetros que me separan de la luz (A5), se hagan lo más amenos posibles.

Hoy he buscado entre los “mantas” que llevo en el coche, y he decidido que la gran Whitney, y uno de sus tropecientos recopilatorios me acompañe hasta mi destino. Esta si, esta no, esta la repito, y así, los 48,5 Km.

Llegado al destino, y cuando paso por la puerta de al sucursal, para coger la paralela a la oficina, veo que esperando, y todavía faltan 12 minutos para las ocho,  ya están Mari y Luciano, ella es la que se encarga de que las instalaciones estén medianamente limpias y aseadas, y él, es el vigilante que se encarga de guardar el orden y nuestra integridad desde que se produjo el Almuniazo el pasado 28 de noviembre.

Aparco, me quito la chaqueta antifrío, me pongo la americana y el gabán, y enfilo los 200 metros que median desde el coche hasta la sucursal. “Buenos días, por decir algo” les digo. Al unísono responden los dos:”buenos días”, y aunque las manecillas del reloj todavía no han llegado a las ocho, me disculpo por no haber llegado antes: “entre la oscuridad, la niebla y la lluvia, no he podido ir a más de 90 kilómetros hora, así que hoy,  el trayecto se me ha hecho más largo que nunca. Entro quito la alarma, y enseguida empiezan a llegar los compañeros/as que hoy no disfrutan de puente, la primera es Marta, luego Fernando, Isabel y Cristina. Ya estamos todos, pues hoy, tenemos de puente a Luisa, y de semana de vacaciones a Belén y Yolanda.

El reto de hoy, es saber hasta que punto, el 8 de mayo y el 28 de noviembre, han influido para que esa clientela fiel, deje de acudir en masa a su sucursal para solventar sus pequeños problemas bancarios y fiscales. Porque hoy, día laborable del puente de la Constitución, es el santo de todos los bancarios, pues es el día que mayor servicio prestan a sus clientes.

A todos les recuerdo, que si es un puente normal, a primera hora vendrán los clientes en goteo, y que luego, a eso de las 11:00, vendrán en masa, y que será un no parar hasta las 14:15, hora de cierre de la sucursal. Les digo que aprovechen a desayunar a primera hora, pues luego será casi imposible salir.

Hoy además de tener a tres compañeras disfrutando de sus vacaciones bien ganadas, tengo que ir a la notaría a las 9:30 minutos, a firmar la compraventa de un activo, de esos que antaño malfinanciamos, y a los que ahora hay que darle salida.

La firma transcurre en la más absoluta normalidad, con unos compradores que dan rápido el visto bueno a la compra, pero que sin embargo, hacen  muchas preguntas al Notario sobre la financiación, y es que, esa fama de poca transparencia que tenemos los que ejercemos esta profesión, hace que el cliente cada vez pida más explicaciones.

Ahora toca volver a la oficina, y recorrer los  800 metros que separan la notaría de la oficina bajo una ligera llovizna. Son las 10:30 cuando enfilo la arteria principal de Valdemoro, y como no, allí se encuentran casi todos los bancos de este maltrecho sistema financiero español. Por orden de pasada, primero la Caixa, donde desde el cristal exterior, y entre el resquicio que dejan las persianas, puedo ver una cantidad de clientes que podría contar con una mano. El siguiente objetivo es Cajamar, y ahí, con un solo dedo, podría enumerar todos los visitantes que en ese momento se encuentran en la sucursal. Banesto es el tercero, y como me pilla de frente con la caja, puedo ver que son 6 clientes tirando por lo alto. De momento, este banco abotinado, es el que se lleva la palma, pero únicamente 6 clientes son los que esperan ser atendidos. El Santander me recibe con un gitano vendiendo ajos en la puerta, y lo mismo, sin querer, lo que estaba haciendo este vendedor era ahuyentar a los malos espíritus, y por eso el banco colorado, ese que se ha dedicado todo el año a vender las miserias de los demás, no tenía más de cinco clientes dentro de su oficina. Tan poco público en todas estas entidades, me da que pensar, y para mí me digo: “¿habrán cambiado las reglas de este día? ¿Será verdad eso que dicen que hemos echado a los clientes de las oficinas?”

Pero al llegar a mi oficina, esas dos preguntas quedaban contestadas negativamente, y es que  en ese momento en la sucursal, el número de clientes debía rondar la treintena. Así es que no solo superábamos a todas las entidades en volumen de clientes, es que multiplicábamos por cinco a la que más tenía en ese momento.

Qué grandes son los clientes de Bankia y cuanto pesa en el sistema financiero esa cifra de 7.5 Millones de clientes, en la que el otro día se apoyaba nuestro Presidente, para decir que esta Entidad va a ser una de las punteras en un futuro muy próximo. 

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