Diario de un Bankiero: 7 de
Diciembre día del Cliente
Son las 6 horas, la inconfundible y machacona melodía del móvil me
advierte de que ha llegado la hora de levantarme, haciéndole un guiño al tiempo
y a la vista, le doy a la ventana de repetir y la chicharra deja de sonar. 5
minutos más tarde, cuando ya estaba casi profundamente dormido, la música del
teléfono me vuelve a recordar que hay que levantarse, que es día laborable, y
que en la oficina, por ser el día que es, va a ver más jaleo que de costumbre.
Vejiga, desayuno y aseo, son las tres prioridades iniciales del día,
así que cumplidas éstas, y vestido para la ocasión (corbata y traje), enfilo
hacia el garaje.
Una vez abierto el coche, y con la incomodidad que me supone que la
puerta trasera necesite de mi ayuda para poder abrirla (no hace caso al mando a
distancia), dejo sobre el respaldo de mi asiento la chaqueta, y sobre el
asiento de atrás el gabán. Hoy además, y como novedad, me he bajado una
chaqueta de lana que me pongo para que me abrigue, y que dejaré en el asiento
de atrás cuando llegue a mi destino.
El poco trasiego de gente en el garaje, me hace pensar, si hay alguien,
además de los del gremio, que trabaje
este día. Así que tomo la rampa de salida, y si, claro que hay gente que
trabaja, allí están María y Pay, y por la hora que es (7 y 12 minutos), está
claro que María trabaja.”Buenos días Pay,
con lo bien que se está en casa, y tú
aquí, lloviendo y a estas horas. Aquí hoy solo curramos tú y yo María”
María se ríe y asiente “hasta luego
Pay, que tengo un largo recorrido por
delante” Pay mueve el rabo en señal de alegría, subo la ventanilla, y a la
M-50 que me dirijo.
Recorro los aproximadamente 400 metros que separan la puerta del garaje
de mi casa de la M-50, y me despido de esa luz amarillenta que despiden las
farolas de la población donde vivo, y que dan algo de color, a estos amaneceres
largos y tediosos, que nos indican que el otoño se acerca al invierno.
La M-50 me recibe todavía dormida. Aquí, y como novedad desde el pasado
3 de diciembre, la luz ha dejado paso a la más tenue oscuridad, y encima hoy,
para acelerar más si cabe esa tiniebla, ha recibido el apoyo de una llovizna
muy ligera que hace que la visibilidad sea todavía mucho más complicada.
Velocímetro a 90 Km/h, y a esperar a que los 40 kilómetros que me separan de la
luz (A5), se hagan lo más amenos posibles.
Hoy he buscado entre los “mantas” que llevo en el coche, y he decidido
que la gran Whitney, y uno de sus tropecientos recopilatorios me acompañe hasta
mi destino. Esta si, esta no, esta la repito, y así, los 48,5 Km.
Llegado al destino, y cuando paso por la puerta de al sucursal, para
coger la paralela a la oficina, veo que esperando, y todavía faltan 12 minutos
para las ocho, ya están Mari y Luciano,
ella es la que se encarga de que las instalaciones estén medianamente limpias y
aseadas, y él, es el vigilante que se encarga de guardar el orden y nuestra
integridad desde que se produjo el Almuniazo el pasado 28 de noviembre.
Aparco, me quito la chaqueta antifrío, me pongo la americana y el
gabán, y enfilo los 200 metros que median desde el coche hasta la sucursal. “Buenos días, por decir algo” les digo. Al unísono responden los dos:”buenos días”, y aunque las manecillas
del reloj todavía no han llegado a las ocho, me disculpo por no haber llegado
antes: “entre la oscuridad, la niebla y
la lluvia, no he podido ir a más de 90 kilómetros hora, así que hoy, el trayecto se me ha hecho más largo que
nunca. Entro quito la alarma, y enseguida empiezan a llegar los
compañeros/as que hoy no disfrutan de puente, la primera es Marta, luego
Fernando, Isabel y Cristina. Ya estamos todos, pues hoy, tenemos de puente a
Luisa, y de semana de vacaciones a Belén y Yolanda.
El reto de hoy, es saber hasta que punto, el 8 de mayo y el 28 de
noviembre, han influido para que esa clientela fiel, deje de acudir en masa a
su sucursal para solventar sus pequeños problemas bancarios y fiscales. Porque
hoy, día laborable del puente de la Constitución, es el santo de todos los
bancarios, pues es el día que mayor servicio prestan a sus clientes.
A todos les recuerdo, que si es un puente normal, a primera hora vendrán
los clientes en goteo, y que luego, a eso de las 11:00, vendrán en masa, y que
será un no parar hasta las 14:15, hora de cierre de la sucursal. Les digo que
aprovechen a desayunar a primera hora, pues luego será casi imposible salir.
Hoy además de tener a tres compañeras disfrutando de sus vacaciones
bien ganadas, tengo que ir a la notaría a las 9:30 minutos, a firmar la
compraventa de un activo, de esos que antaño malfinanciamos, y a los que ahora
hay que darle salida.
La firma transcurre en la más absoluta normalidad, con unos compradores
que dan rápido el visto bueno a la compra, pero que sin embargo, hacen muchas preguntas al Notario sobre la
financiación, y es que, esa fama de poca transparencia que tenemos los que
ejercemos esta profesión, hace que el cliente cada vez pida más explicaciones.
Ahora toca volver a la oficina, y recorrer los 800 metros que separan la notaría de la
oficina bajo una ligera llovizna. Son las 10:30 cuando enfilo la arteria
principal de Valdemoro, y como no, allí se encuentran casi todos los bancos de
este maltrecho sistema financiero español. Por orden de pasada, primero la
Caixa, donde desde el cristal exterior, y entre el resquicio que dejan las
persianas, puedo ver una cantidad de clientes que podría contar con una mano.
El siguiente objetivo es Cajamar, y ahí, con un solo dedo, podría enumerar
todos los visitantes que en ese momento se encuentran en la sucursal. Banesto
es el tercero, y como me pilla de frente con la caja, puedo ver que son 6
clientes tirando por lo alto. De momento, este banco abotinado, es el que se
lleva la palma, pero únicamente 6 clientes son los que esperan ser atendidos.
El Santander me recibe con un gitano vendiendo ajos en la puerta, y lo mismo,
sin querer, lo que estaba haciendo este vendedor era ahuyentar a los malos espíritus,
y por eso el banco colorado, ese que se ha dedicado todo el año a vender las
miserias de los demás, no tenía más de cinco clientes dentro de su oficina. Tan
poco público en todas estas entidades, me da que pensar, y para mí me digo: “¿habrán cambiado las reglas de este día? ¿Será
verdad eso que dicen que hemos echado a los clientes de las oficinas?”
Pero al llegar a mi oficina, esas dos preguntas quedaban contestadas
negativamente, y es que en ese momento
en la sucursal, el número de clientes debía rondar la treintena. Así es que no
solo superábamos a todas las entidades en volumen de clientes, es que multiplicábamos
por cinco a la que más tenía en ese momento.
Qué grandes son los clientes de Bankia y cuanto pesa en el sistema
financiero esa cifra de 7.5 Millones de clientes, en la que el otro día se
apoyaba nuestro Presidente, para decir que esta Entidad va a ser una de las
punteras en un futuro muy próximo.